martes, 27 de octubre de 2009

Han pasado 10 dias desde que se apagara la vida de uno de los comentaristas deportivos más carismático, cercano e importante de la historia de la relación deporte-medios de comunicación en España. Supongo que todo el mundo ya sabe que me refiero al gran Andrés Montes.

Montes ha sido todo un personaje al otro lado de la pantalla. Peculiar como él solo, tanto en el vestir como en el hablar, ha sido capaz de suscitar tantos odios como alabanzas y de crear un estilo inconfundible que le hizo huir de la indiferencia que sufre quien es vulgar y común. Su manera de hablar le hizo un personaje cercano, alguien que se cuela en tu casa cada vez que enciendes la tele y habla contigo; Con todo lo que ello conlleva, es decir, amarle un momento y desear no volver a verle al segundo. Su manera de hacer las cosas supuso un cambio en su momento y deja tras de sí una legión de herederos que, en gran medida, le deben algo al gran hombre de la pajarita. Se va Montes y con él un miembro de la familia. Su legado sin embargo queda, perpetuado en todos aquellos a quien influenció, y con el ánimo de que esa huella subsista el inexorable paso del tiempo que difumina la memoria.



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